Los perros se estaban vistiendo.
Me entraron los nervios del arte.
No podía estarme quieto.
Y sin decir media palabra
me acerqué a la Caleta
donde hecho piedra descansa
el rey de las comparsas,
el marinero poeta.
Y allí, los dos solos frente a frente,
le solté esa coplilla primera
que le escuché a mi padre
rumiando por la casa
hace muchas primaveras.
Dijo Quiñones, “Tú no te esfuerces
y escribe bien que no se te entiende”.
Felicidades, viejo coplero,
qué gran legado nos regalaste.
En el gran templo está sonando ahora mismito
“Viene a esta tierra un barquito”.
Esta noche Cai entero será un eco de tu arte.
Adiós maestro, solo vine a desahogarme
y a sus pies yo desearle que cumpla cien años más. Ay…
“¿Antonio, picha, dónde estabas cachorrito?
Que salimos para el Falla”. “Fui a hablar con un brujito.
Rompe el bombo y el platillo
y tira ya pa los ladrillos que hoy los vamos a reventar”.
Y con mis niños mientras llegaba,
hablando al cielo le dije feliz:
“¡Mira Paco de mi alma
cómo aullamos por ti, cómo aullamos por ti!”
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