Un fatal accidente doméstico acabó con la vida de Nandi Villegas Mejías, hijo de Enrique Villegas y uno de los continuadores de la saga iniciada por su padre con chirigotas tan recordadas como ‘Los indiotas’ y ‘Los diablillos salvajes del Caribe que están mu lejos, mu lejos’, precedentes de una de las mejores chirigotas de la historia: ‘Las momias de güete’, a la que siguieron otros destacados nombres.
Nandi Villegas, de 63 años, fue un adelantado en su época. Supo descubrir las posibilidades que el humor surrealista tenía para triunfar en el Carnaval, en concreto en las chirigotas. En un momento además, la década de los 80, en el que ‘Los cruzados mágicos’ habían puesto las bases para recuperar las raíces de una modalidad demasiado encorsetada y para que fueran las chirigotas las que lideraran la recuperación de la calle para la fiesta.
Y ahí, los grupos de Nandi Villegas jugaron un importante papel. En 1982 llevó al concurso, desde Chiclana, ‘Los de Villaconejo que cogieron el tren de las cuatro que venía con retraso para ver a su novia que vivía en Marmolejo’, mientras que al año siguiente repitió surrealismo con ‘American Football’.
Pero fue en 1984 cuando su nombre quedó ligado al grupo que años después se conocería como chirigota de Love. Ese año fue el turno de ‘Los indiotas’, quinto premio para una agrupación capaz de llevar música de Les Luthiers en su popurrí y que, un año después, dio vida a una chirigota no finalista pero de excelente recuerdo: aquellos ‘Diablillos salvajes del Caribe’ que, ante el cierre del cementerio, recomendaba a la gente morirse pronto para que no se viera enterrada en la playa.
Finalmente, en 1986 llegaron ‘Las momias’, aquel primer premio en medio del polémico cajonazo de ‘Los cubatas’ que acabó por demostrar que las coplas de carnaval no terminan en el Falla, sino que se prolongan una semana más en las calles.
Precisamente Javi Osuna, autor aquel año de ‘Los tontos de capirote’, recordaba el homenaje de ambos a ‘Los cubatas’ en la final, resaltaba su “talante campechano, su sonrisa blanca y su incombustible sentido del humor”, además de su “desbordante surrealismo no exento de compromiso”.
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